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La Inconsistencia Dinámica y los retos al compromiso

Eduardo Castejón, egresado en Estudios Liberales por la Universidad Metropolitana, especializado en América Latina y su relación con China.-

Siendo un tema bastante común en las escuelas de economía, política y gerencia pública, la Inconsistencia Dinámica es parte de lo que llamamos “teoría de juegos”, es una forma de designar nuestro comportamiento ante algunos tipos de decisiones y circunstancias.

Fuente: Universidad Francisco Mallorquín

En pocas palabras, la Inconsistencia Dinámica, o también llamada inconsistencia temporal, es la diferencia entre nuestra perspectiva antes y después de concretar un compromiso, con base en nuestro propio interés. Lo puedes ver también como cuando tomamos una decisión o hacemos un trato que nos conviene en un inicio (a priori) pero, luego de concretado (ex post), no entra en nuestro mejor interés.

En palabras de Pedro Rodríguez, y su hijo Luis Rodríguez, en la obra de ambos “El Petróleo como instrumento de progreso” este fenómeno se puede describir como:

Una desviación de una trayectoria previamente trazada y considerada óptima inicialmente. Se dice que existe inconsistencia dinámica cuando la aplicación de una política, considerada óptima inicialmente para el decisor y la colectividad, conduce a una situación futura en que la continuación de esa política ya no es óptima para el decisor, aunque continúe siéndolo para la colectividad. (2013, p. 67)

Como hemos podido notar, es un asunto bastante estudiado y conocido en las escuelas de economía y politología, básicamente porque suele afectar las relaciones entre los ciudadanos, la empresa privada y los Estados (gobiernos). Una forma que se suele usar para explicar este fenómeno en las mencionadas academias es a través de la analogía del señor feudal.

Fuente: Google Sites

Imaginemos que este señor feudal quiere que sus siervos siembren y cultiven la tierra. El escenario ideal para el señor es poder quedarse con la totalidad de la cosecha, pero si los siervos saben que eso pasará, probablemente no siembren o mínimo no se esfuercen al hacerlo; por el contrario, si los siervos saben que se quedarán con toda la cosecha, se esforzarán al máximo. Es aquí donde se presenta el fenómeno: en un primer momento, al señor le conviene comprometerse a sólo quedarse con una parte de la cosecha para que los siervos se esfuercen, pero una vez ya cultivada, tiene todos los motivos para quedársela toda, únicamente con la contra de que, en un nuevo período, la credibilidad de su palabra ante los siervos se vea severamente mermada. Bien, lo mismo ocurre con los gobiernos: al principio están motivados a ofrecer todas las facilidades y prometer bajos impuestos a las empresas para que produzcan, pero una vez hechas las inversiones (con los costos “hundidos”) y llegadas las ganancias, lo mejor para el gobierno sería subir los impuestos. Es así como se configura el escenario de la “inconsistencia dinámica”, creo que ya saben cómo continúa el caso.

Ahora bien, el fenómeno que nos trae a este artículo no sólo existe entre empresas y gobiernos, sino también entre personas normales o entre personas y empresas: si sé que el vecino no me devolverá algún bien que le preste, probablemente no lo haga; o si acudimos a un banco por un crédito y este considera que no podemos pagarlo, no nos lo aprueba. En estos ejemplos la posibilidad de que ocurra la inconsistencia impiden que se concreten los tratos, sin embargo existen herramientas o soluciones para mitigar las sospechas que se producen.

En primer lugar, que funciona tanto para relaciones entre privados y ante lo público, es lo que me gustaría llamar “restricciones”, mismas que lo serían al menos en el corto plazo. Este método consta de limitar las actuaciones arbitrarias de ambos participantes de los compromisos, luego de concretado éste. De esta forma, el prestatario, por ejemplo, entrega un colateral o garantía, o los gobiernos limitan legalmente el aumento de impuestos por encima de un límite. En este escenario, los compromisos que asuman cada uno serían más creíbles.

Otro método consiste en los denominados “contratos”, muy relacionado con lo anterior y que no es más que un compromiso legalmente vinculante (consecuencias penales y legales de no complimiento). Naturalmente involucra a una tercera parte que se encarga de ejercer el cumplimiento del contrato, que suelen ser las cortes de los países o, en otras palabras, el Estado. Es por este motivo que los contratos con los estados suelen ser más difíciles de mantener (soberanía), aunque existen otros mecanismos para paliar esta necesidad, como la existencia de la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional o la creación de agencias nacionales independientes, cuyos miembros no son elegibles electoralmente, por lo que están libres de las presiones político-partidistas, al menos idealmente.

Imaginemos que este señor feudal quiere que sus siervos siembren y cultiven la tierra. El escenario ideal para el señor es poder quedarse con la totalidad de la cosecha, pero si los siervos saben que eso pasará, probablemente no siembren o mínimo no se esfuercen al hacerlo; por el contrario, si los siervos saben que se quedarán con toda la cosecha, se esforzarán al máximo. Es aquí donde se presenta el fenómeno: en un primer momento, al señor le conviene comprometerse a sólo quedarse con una parte de la cosecha para que los siervos se esfuercen, pero una vez ya cultivada, tiene todos los motivos para quedársela toda, únicamente con la contra de que, en un nuevo período, la credibilidad de su palabra ante los siervos se vea severamente mermada. Bien, lo mismo ocurre con los gobiernos: al principio están motivados a ofrecer todas las facilidades y prometer bajos impuestos a las empresas para que produzcan, pero una vez hechas las inversiones (con los costos “hundidos”) y llegadas las ganancias, lo mejor para el gobierno sería subir los impuestos. Es así como se configura el escenario de la “inconsistencia dinámica”, creo que ya saben cómo continúa el caso.

Ahora bien, el fenómeno que nos trae a este artículo no sólo existe entre empresas y gobiernos, sino también entre personas normales o entre personas y empresas: si sé que el vecino no me devolverá algún bien que le preste, probablemente no lo haga; o si acudimos a un banco por un crédito y este considera que no podemos pagarlo, no nos lo aprueba. En estos ejemplos la posibilidad de que ocurra la inconsistencia impiden que se concreten los tratos, sin embargo existen herramientas o soluciones para mitigar las sospechas que se producen.

En primer lugar, que funciona tanto para relaciones entre privados y ante lo público, es lo que me gustaría llamar “restricciones”, mismas que lo serían al menos en el corto plazo. Este método consta de limitar las actuaciones arbitrarias de ambos participantes de los compromisos, luego de concretado éste. De esta forma, el prestatario, por ejemplo, entrega un colateral o garantía, o los gobiernos limitan legalmente el aumento de impuestos por encima de un límite. En este escenario, los compromisos que asuman cada uno serían más creíbles.

Otro método consiste en los denominados “contratos”, muy relacionado con lo anterior y que no es más que un compromiso legalmente vinculante (consecuencias penales y legales de no complimiento). Naturalmente involucra a una tercera parte que se encarga de ejercer el cumplimiento del contrato, que suelen ser las cortes de los países o, en otras palabras, el Estado. Es por este motivo que los contratos con los estados suelen ser más difíciles de mantener (soberanía), aunque existen otros mecanismos para paliar esta necesidad, como la existencia de la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional o la creación de agencias nacionales independientes, cuyos miembros no son elegibles electoralmente, por lo que están libres de las presiones político-partidistas, al menos idealmente.

Imaginemos que este señor feudal quiere que sus siervos siembren y cultiven la tierra. El escenario ideal para el señor es poder quedarse con la totalidad de la cosecha, pero si los siervos saben que eso pasará, probablemente no siembren o mínimo no se esfuercen al hacerlo; por el contrario, si los siervos saben que se quedarán con toda la cosecha, se esforzarán  al  máximo. Es  aquí  donde  se presenta el fenómeno: en un primer momento, al señor le conviene comprometerse a sólo quedarse con una parte de la cosecha para que los siervos se esfuercen, pero una vez ya cultivada, tiene todos los motivos para quedársela toda, únicamente con la contra de que, en un nuevo período, la credibilidad de su palabra ante los siervos se vea severamente mermada. Bien, lo mismo ocurre con los gobiernos: al principio están motivados a ofrecer todas las facilidades y prometer bajos impuestos a las empresas para que produzcan, pero una vez hechas las inversiones (con los costos “hundidos”) y llegadas las ganancias, lo mejor para el gobierno sería subir los impuestos. Es así como se configura el escenario de la “inconsistencia dinámica”, creo que ya saben cómo continúa el caso.

Ahora bien, el fenómeno que nos trae a este artículo no sólo existe entre empresas y gobiernos, sino también entre personas normales o entre personas y empresas: si sé que el vecino no me devolverá algún bien que le preste, probablemente no lo haga; o si acudimos a un banco por un crédito y este considera que no podemos pagarlo, no nos lo aprueba. En estos ejemplos la posibilidad de que ocurra la inconsistencia impiden que se concreten los tratos, sin embargo existen herramientas o soluciones para mitigar las sospechas que se producen.

En primer lugar, que funciona tanto para relaciones entre privados y ante lo público, es lo que me gustaría llamar “restricciones”, mismas que lo serían al menos en el corto plazo. Este método consta de limitar las actuaciones arbitrarias de ambos participantes de los compromisos, luego de concretado éste. De esta forma, el prestatario, por ejemplo, entrega un colateral o garantía, o los gobiernos limitan legalmente el aumento de impuestos por encima de un límite. En este escenario, los compromisos que asuman cada uno serían más creíbles.

Otro método consiste en los denominados “contratos”, muy relacionado con lo anterior y que no es más que un compromiso legalmente vinculante (consecuencias penales y legales de no complimiento). Naturalmente involucra a una tercera parte que se encarga de ejercer el cumplimiento del contrato, que suelen ser las cortes de los países o, en otras palabras, el Estado. Es por este motivo que los contratos con los estados suelen ser más difíciles de mantener (soberanía), aunque existen otros mecanismos para paliar esta necesidad, como la existencia de la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional o la creación de agencias nacionales independientes, cuyos miembros no son elegibles electoralmente, por lo que están libres de las presiones político-partidistas, al menos idealmente.

Fuente: EALDE

Finalmente, el elemento que mejor aleja los temores de Inconsistencia Dinámica no es más que la “reputación”. Nadie hace negocios con quien no confía, países o empresas con historial de respetar los acuerdos obtienen mejores condiciones y una menor tasa de descuento a la hora de entregar concesiones o licitaciones. La reputación hace parte del famoso índice “riesgo país”; mientras mayor sea, mayor será la tasa de descuento para los proyectos a realizar. Recuerda que actuar “bajo la mesa” o con intenciones escondidas compromete la reputación y, por lo tanto, disminuye lo que para los sociólogos es el “capital social”: la colaboración y confianza entre las personas de un grupo.

Como hemos visto, se trata de un fenómeno de especial importancia y prominencia en las relaciones humanas, bien estudiado por la academia pero cuya denominación es normalmente desconocida por la mayoría. Recuerda el impacto que la reputación de los gobiernos tiene en cómo se hacen negocios y se realizan proyectos con y dentro de esos países.